«Nos quiera dar su gracia cumplida para que su santísima voluntad sintamos y aquélla enteramente cumplamos» (Carta 182).

Con esta frase San Ignacio solía terminar sus cartas, la repite en muchas de ellas. Como un estribillo que en verdad encierra el núcleo más verdadero de la gracia de Dios y de nuestra respuesta.
Se trata de implorar esa gracia una y otra vez, haciendo nuestro este ferviente deseo del santo. Una gracia cumplida, completa, que no se queda a medio camino: sentir su santísima voluntad y cumplirla enteramente. Todo parte de su Bondad, que nos hace “sentir” su voluntad, no simplemente conocerla intelectualmente, fríamente, sino sentirla, notarla, dejándose afectar por ella, como el viento del Espíritu que mueve en una dirección, y además llevarla a cabo enteramente. Como los servidores de la boda de Caná, que llenaron las seis tinajas de agua hasta el borde según la voluntad de Cristo. No las dejaron medio llenas, sino hasta el borde.

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