Padre del cielo,
tú hablas a un hombre de muchas maneras; tú, el único
quien pertenecen la sabiduría y la razón, tú quieres
hacerte entender por parte del hombre.

Ah, y cuando tú callas, también entonces tú hablas con él;
porque también el que habla calla, para escuchar al
que aprende; también el que habla calla para poner a prueba
al amado; también el que habla calla para que la hora de
la comprensión, cuando llegue, sea más íntima.

Padre del cielo, ¿no es así? Oh, el tiempo del silencio,
cuando un hombre está solo y abandonado, cuando no
escucha tu voz, cuando para él es como si la separación
tuviera que ser para siempre. Oh, el tiempo del silencio,
cuando un hombre desfallece en el desierto, porque no
escucha tu voz, ¡porque para él es como si tu voz se
hubiera desvanecido completamente!

Padre del cielo, se trata solo del momento de silencio
dentro de la conversación. Concédenos que también estos
silencios sean bendecidos, como cada una de tus palabras
dirigidas a un hombre. Concede a este hombre nunca
olvidar que tú también hablas cuando callas; regálale esta
consolación, que, si él cuenta contigo, tú callas por amor
y tú hablas por amor, de modo que tú, sea que calles o
hables, eres el mismo Padre,
la misma paternidad, tanto si tú haces sentir
tu voz como si educas mediante el silencio.

Sǿren Kierkegaard

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